Bendito....

Bendito....
Octli

domingo, 13 de junio de 2010

LA COMIDA CONVENTUAL


De las cocinas de los conventos de monjas, salieron las mejores recetas de la colonia. Los chiles en nogada, el mole de guajolote, el rompope y los dulces poblanos, son apenas algunas de las muchas recetas elaboradas por las religiosas.
Como debían de alimentar a un gran número de personas todos los días, contaban con cocinas grandes y bien equipadas, y con los recursos necesarios para elaborar recetas nuevas. Todo ello alentó el espíritu creativo que predominaba en los conventos. Todas las religiosas se dedicaban de alguna manera al arte culinario. Algunas hacían platillos especiales, para la venta al público y ayudaban con los gastos del convento; otras elaboraban dulces y conservas para regalar al virrey, al arzobispo o a algún benefactor del convento. Ello se consideraba una manera fina y delicada de solicitar fondos o favores de las autoridades.
Los conventos eran los más importantes productores de dulces en la Nueva España. Reproducían recetas traídas de España por otras compañeras o inventaban nuevas usando frutas e ingredientes locales. Muchos conventos tenían sus propias especialidades culinarias y lograron fama por ellas.
Las recetas favoritas fueron anotadas por las monjas como un recordatorio personal. Las recetas de puño y letra de Sor Juana Inés de la Cruz de mediados del s. XVII y publicadas como Libro de cocina del Convento de San Jerónimo, constituyen el más antiguo recetario de la Nueva España. De las 37 recetas incluidas en el libro, 27 son dulces.
Se vendían los dulces en los mismos conventos, en los tianguis, en las dulcerías y bizcocherías o se entregaban a las casas particulares de los vecinos de la ciudad.
Muchos de los conventos de monjas, estaban dedicados a la enseñanza de niñas de familias criollas y mestizas; otros impartían instrucciones a niñas indígenas. Además de las clases sobre doctrina, lectura, escritura y aritmética, las niñas recibían enseñanza de los llamados “oficios mujeriles”, así, aprendían a coser, bordar, pintar y elaborar toda suerte de confituras.
La comida cotidiana, variaba según el convento. En el de Santa Brígida, cada monja recibía una libra de carnero, repartida entre comida y cena, y una escudilla de caldo, además de postre y fruta. En los días de abstinencia, la carne cedía el lugar al pescado. En los días de ayuno, que eran los de las grandes solemnidades, tomaban 3 huevos, caldo y postre. En contraste con la gran mayoría de conventos, a las monjas de Santa Brígida les estaba prohibido hacer conservas, bizcochos, “ni cosas semejantes que sólo quitan el tiempo”. Dentro del convento hacían el pan que las monjas consumían, pero no les era permitido venderlo.
En los conventos de clausura, como el San Felipe de Jesús, las reclusas ayunaban toda la vida. Llevaban una dieta normal los domingos y el día de Navidad. La comida era pobre, no había alimentos lácteos durante el adviento, la Cuaresma y vigilias tempranas y viernes del año. Su vida sólo era de trabajo y oración.
En los conventos reservados a las religiosas indígenas, como el de Corpus Christi o Nuestra Señora de Guadalupe, los alimentos consistían en productos elaborados con maíz, y leguminosas como el haba o frijol, de acuerdo con la dieta tradicional indígena.
En la época navideña, además de festejar las posadas con músico, entremeses y coloquios, se comían dulces, repostería y demás golosinas que se preparaban en el convento.

EL MOTÍN DE LOS INDIOS DE 1692

El tumulto del 8 de Junio de 1692, ha pasado a la historia como el hecho más sangriento de la época de la colonia. La causa de la revuelta fue la falta de maíz: indios, negros, chinos, mulatos y mestizos, se amotinaron en la Plaza Mayor para reclamar sus raciones de maíz y gritar insultos al virrey, a quien culpaban de la falta del cereal. Antes de terminar la noche, prendieron fuego al palacio virreinal, a las Casas del Cabildo y al archivo de su secretaría. También saquearon y quemaron los cajones o puestos de mercancías, en la Plaza Mayor. Fue un acto de desahogo y desesperación, provocado por la falta de este alimento básico para ellos en la ciudad de México.

Las crisis agrícolas, la disminución de la población indígena y su abandono del campo para trabajar en los obrajes y las minas, afectaron la producción de alimentos que, a veces, llegaron a escasear.

No hay comentarios:

Publicar un comentario